by: M A L A F A C H A
Un corazón roto es impredecible, las lágrimas no solo nublan la vista, sino también los sentimientos, y en el campo, entre los montes y los maizales hay mucho tiempo para pensar y la soledad se vuelve más severa; al fin y al cabo que se puede perder cuando no se ha tenido nada.
La vida en la ciudad nada tiene que ver con el campo, el ruido de los claxón en nada se parece al sonido del río, los ruidos de las construcciones poco tienen que ver con el de las aves en la madrugada, entre el smog se va diluyendo y olvidando el olor a café tostado…..pero nada importa si al final del día se siente en el abrazo un solo palpitar, nada importa si las dos respiraciones se vuelven una, nada importa, nada… aunque aún no se adivine que ese amor tiene fecha de caducidad; y cuando llega ese momento todo se derrumba, el pueblo es ya solo un recuerdo desdibujado como foto vieja, es algo muy lejano; y la ciudad se vuelve más gris, más caótica, ya nada tiene sentido, cuando el corazón se parte en mil pedazos hasta respirar parece un estorbo…
Y es justo en ese momento que la rapiña aparece, y abre la puerta a un mundo artificial, dónde las olas, las palmeras y el sol son perennes, pues la tablaroca y el cartón no se marchitan, las sonrisas nunca se apagan, por el contario, al sonido de las copas y las monedas se ensanchan hasta convertirse en muecas deformes, máscaras que se tatúan con el tiempo cubriendo el dolor, risas falsas como todo en ese lugar de imitación que se unen al son de las maracas y los timbales, bailes frenéticos al son de las caderas y muslos que se agitan como penitencia por la ingenuidad, por creer que el amor es duradero; y así, al compás de “La mucura está en el suelo, ay mama no puedo con ella…” se ve diluyendo entre el humo del cigarro y el mareo de las copas aquel amor que marchito su vida, aquel amor perdido.
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