La violencia contra las mujeres
Agresión que lastima a todos
Muchas personas confunden maltrato y amor: Oliva López Sánchez, investigadora de la FES Iztacala de la UNAM
Para la profesora de la FP, Ena Niño, una forma de romper con este círculo vicioso es hacer que la mujer se dé cuenta de que puede tener planes independientes a los de su pareja.
La directora del CEIICH, Norma Blazquez Graf, agregó que la exclusión es otra forma de violencia que debe denunciarse
Marisa Belausteguigoitia, directora del PUEG, apuntó que el sistema patriarcal que tradicionalmente ha negado espacios al género femenino, “se está resquebrajando”
Los bajos niveles educativos y el deficiente capital simbólico y cultural de la población, hacen que la vulnerabilidad femenina se encuentre ampliamente expandida en México, explicó Oliva López Sánchez, investigadora de la FES Iztacala.
La psicóloga agregó que esta situación prefigura el escenario ideal para toda clase de abusos y que muchas mujeres queden entrampadas en esa condición, porque la dependencia económico-material, en muchas ocasiones, determina la permanencia con la pareja; el ama de casa no recibe sueldo remunerado.
“Esto representa un obstáculo que impide romper con ese proceso de intimidación”, aseguró la ganadora del Premio de Investigación 2009 en el área de Humanidades, otorgado por la Academia Mexicana de Ciencias.
Con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon ha señalado que, a nivel mundial, 70 por ciento del género femenino ha sufrido algún tipo de agresión en su vida, la mayoría de las veces de parte de alguien con quien tiene una relación afectiva o amorosa.
López Sánchez agregó que en México, 67 de cada 100 mujeres mayores de 15 años han padecido algún incidente de violencia perpetrado por su pareja, o bien, en el ambiente familiar, laboral, escolar o comunitario.
Además, existen alrededor de 37 millones de pobres y 12 millones más en la miseria (es decir, casi la mitad de la población vive en estas condiciones), y más del 50 por ciento pertenece al género femenino, “por lo tanto, este contexto es un caldo de cultivo para la violencia contra la mujer”, destacó.
Aunque se ha dicho que el nivel educativo determina qué tan susceptible es una mujer de volverse víctima, esto es engañoso, porque se puede pertenecer a cierto estrato social o con estudios profesionales, pero ello no pone a resguardo de la violencia, que puede adoptar muchas formas, como la descalificación sexual. “Esto se manifiesta de forma discrecional, pero vulnera infinitamente, incluso igual o más que un golpe físico”.
Otro elemento que se debe considerar es la baja autoestima, que influye en el perfil psicológico y favorece la dependencia y codependencia emocional.
En este sentido, el capital simbólico y cultural causan el mismo impacto en la mayoría de las personas, sin importar los niveles educativos, el acceso a recursos económicos o la clase social.
Desde pequeños, nuestros allegados nos enseñaron a dar y recibir amor, algunos a través del chantaje, culpa, violencia o agresión; esta situación provoca una historia familiar emocional en cada quien, que a la larga, puede determinar cómo serán las relaciones presentes y futuras.
La directora del CEIICH, Norma Blazquez Graf, agregó que la exclusión es otra forma de violencia que debe denunciarse
Marisa Belausteguigoitia, directora del PUEG, apuntó que el sistema patriarcal que tradicionalmente ha negado espacios al género femenino, “se está resquebrajando”
Los bajos niveles educativos y el deficiente capital simbólico y cultural de la población, hacen que la vulnerabilidad femenina se encuentre ampliamente expandida en México, explicó Oliva López Sánchez, investigadora de la FES Iztacala.
La psicóloga agregó que esta situación prefigura el escenario ideal para toda clase de abusos y que muchas mujeres queden entrampadas en esa condición, porque la dependencia económico-material, en muchas ocasiones, determina la permanencia con la pareja; el ama de casa no recibe sueldo remunerado.
“Esto representa un obstáculo que impide romper con ese proceso de intimidación”, aseguró la ganadora del Premio de Investigación 2009 en el área de Humanidades, otorgado por la Academia Mexicana de Ciencias.
Con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon ha señalado que, a nivel mundial, 70 por ciento del género femenino ha sufrido algún tipo de agresión en su vida, la mayoría de las veces de parte de alguien con quien tiene una relación afectiva o amorosa.
López Sánchez agregó que en México, 67 de cada 100 mujeres mayores de 15 años han padecido algún incidente de violencia perpetrado por su pareja, o bien, en el ambiente familiar, laboral, escolar o comunitario.
Además, existen alrededor de 37 millones de pobres y 12 millones más en la miseria (es decir, casi la mitad de la población vive en estas condiciones), y más del 50 por ciento pertenece al género femenino, “por lo tanto, este contexto es un caldo de cultivo para la violencia contra la mujer”, destacó.
Aunque se ha dicho que el nivel educativo determina qué tan susceptible es una mujer de volverse víctima, esto es engañoso, porque se puede pertenecer a cierto estrato social o con estudios profesionales, pero ello no pone a resguardo de la violencia, que puede adoptar muchas formas, como la descalificación sexual. “Esto se manifiesta de forma discrecional, pero vulnera infinitamente, incluso igual o más que un golpe físico”.
Otro elemento que se debe considerar es la baja autoestima, que influye en el perfil psicológico y favorece la dependencia y codependencia emocional.
En este sentido, el capital simbólico y cultural causan el mismo impacto en la mayoría de las personas, sin importar los niveles educativos, el acceso a recursos económicos o la clase social.
Desde pequeños, nuestros allegados nos enseñaron a dar y recibir amor, algunos a través del chantaje, culpa, violencia o agresión; esta situación provoca una historia familiar emocional en cada quien, que a la larga, puede determinar cómo serán las relaciones presentes y futuras.
Por esta razón, el trabajo terapéutico consiste en identificar cuál es el origen de la actitud permisiva que surge al relacionarse con una persona violenta pues, generalmente, estas historias están ligadas a abusos padecidos en la niñez por parte de una familia que condiciona a tolerar, aguantar, callar, soportar y acompañar.
La violencia es una espiral que sube de intensidad
“La violencia es tan sofisticada que en muchas ocasiones se ejerce sin golpes”, apuntó Ena Eréndira Niño Calixto, de la Facultad de Psicología de la UNAM, quien añadió que en ocasiones este tipo de conducta comprende estrategias como romper objetos valiosos afectivamente para la víctima e incluso apartarla de sus seres queridos, como amigos y familiares, con chantaje o la fuerza.
“El aislamiento es una de estas sofisticaciones, es una forma de tener cautiva a la víctima y transformarla en propiedad del agresor, para que haga con ella lo que quiera, es decir, volverla un objeto que no siente ni piensa, sino que va a comportarse según los deseos de quien ejerce violencia”.
Ésta es una situación que han padecido amas de casa, estudiantes e incluso mujeres con doctorado, como ha comprobado Niño Calixto tras años de dar terapia, pues aunque con frecuencia se dice que el nivel escolar influye en la proclividad a padecerla y soportarla, en realidad la educación profesional informativa hace muy poco y es muy diferente a la educación de la vida cotidiana, que es informal, pero formativa.
“El problema es que incluso en pleno siglo XXI, el proceso de formación de la mujer es aún muy sexista, es decir, ella sigue siendo educada para servir a los demás y estar en función de los deseos de los otros”, expuso.
A diferencia de otras formas de violencia, la psicológica se caracteriza porque el agresor humilla, menosprecia, crea inseguridades y devalúa constantemente a la víctima, y se llama así porque lo que hace es impactar directamente en la autoestima femenina.
Pero la cuestión es, ¿por qué las mujeres aceptan ese tipo de relaciones?, pregunta Ena Niño, quien responde: “Lo hacen porque están educadas para vivir en función de otra persona y no de sí mismas, lo que las lleva a poner de lado sus deseos, necesidades, anhelos y metas con tal de ser aceptadas, porque han desarrollado una dependencia emocional y afectiva hacia el abusador”.
Una vez que ha empezado esta dinámica de maltrato es muy difícil pararla, porque la violencia sigue un patrón en espiral: después de cometido el abuso, el agresor libera estrés, ansiedad y miedos, pasa a una etapa de arrepentimiento y después a otra que los psicólogos denominan de “reconciliación y luna de miel”, donde el agresor declara sus intenciones de cambiar.
Sin embargo, el problema es que las condiciones de la relación no cambian, por lo que tarde o temprano se produce otro episodio de violencia que supera en intensidad al anterior, y el ciclo se repite.
La exclusión, otra forma de violencia
Cada día es más visible la violencia contra las mujeres que ocupan escalafones asignados tradicionalmente al hombre, algo difícil de aceptar por muchos individuos que aún se muestran reticentes a que ellas sean autónomas e independientes, indicó Norma Blazquez Graf.
“Esto provoca que la agresión sea más visible”, agregó la directora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH).
La investigadora advirtió que en tiempos en que se habla de equidad e igualdad de oportunidades, si bien ellas cada vez conquistan más espacios, aún hay enfrentan trabas a la hora de acceder a puestos importantes y obtener reconocimiento por la labor desempeñada.
“La agresión siempre ha existido, la diferencia es que en la actualidad las mujeres se atreven a denunciarlo y disponen de más información y redes que brindan apoyo para enfrentar los abusos”, acotó la investigadora.
Cada día es más visible la violencia contra las mujeres que ocupan escalafones asignados tradicionalmente al hombre, algo difícil de aceptar por muchos individuos que aún se muestran reticentes a que ellas sean autónomas e independientes, indicó Norma Blazquez Graf.
“Esto provoca que la agresión sea más visible”, agregó la directora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH).
La investigadora advirtió que en tiempos en que se habla de equidad e igualdad de oportunidades, si bien ellas cada vez conquistan más espacios, aún hay enfrentan trabas a la hora de acceder a puestos importantes y obtener reconocimiento por la labor desempeñada.
“La agresión siempre ha existido, la diferencia es que en la actualidad las mujeres se atreven a denunciarlo y disponen de más información y redes que brindan apoyo para enfrentar los abusos”, acotó la investigadora.
El sistema patriarcal se resquebraja
“El patriarcado es un sistema que se resquebraja cada vez más”, indicó Marisa Belausteguigoitia, quien añadió que esto abre cada vez más espacios a las mujeres, “incluso en el ámbito de la violencia, donde ellas también la ejercen, como demuestra el que ahora también haya mujeres que dirijan bandas de narcotraficantes y tomen decisiones terribles”.
Para la directora del Programa Universitario de Estudios de Género, la violencia per se no ha cambiado, sino que se han encontrado mejores lenguajes para describirla, “y cuando esto pasa, podemos nombrar un espectro mucho más amplio de fenómenos y atacarla mejor”.
La doctora en Estudios Culturales añadió que “las mujeres cada vez están más conscientes de que no son merecedoras de la violencia, pese a que, tradicionalmente, se ha construido al sujeto mujer como un ser castigable, siempre al borde de hacer algo mal y delegado en manos de alguien que lo va a corregir y controlar”.
Sin embargo, la investigadora advirtió que hay una violencia proveniente del gobierno que toma elementos del discurso eclesiástico y que impulsa modificaciones a las constituciones de las diferentes entidades para dar derechos al “concebido”.
La maestra en Teoría Psicoanalítica, apuntó que evitar este tipo de iniciativas que arrebatan a la mujer el derecho a decidir es una batalla que hay que pelear dentro del Estado; “confiemos que dentro de poco estos conservadurismos caigan por los suelos”,dijo.
“El patriarcado es un sistema que se resquebraja cada vez más”, indicó Marisa Belausteguigoitia, quien añadió que esto abre cada vez más espacios a las mujeres, “incluso en el ámbito de la violencia, donde ellas también la ejercen, como demuestra el que ahora también haya mujeres que dirijan bandas de narcotraficantes y tomen decisiones terribles”.
Para la directora del Programa Universitario de Estudios de Género, la violencia per se no ha cambiado, sino que se han encontrado mejores lenguajes para describirla, “y cuando esto pasa, podemos nombrar un espectro mucho más amplio de fenómenos y atacarla mejor”.
La doctora en Estudios Culturales añadió que “las mujeres cada vez están más conscientes de que no son merecedoras de la violencia, pese a que, tradicionalmente, se ha construido al sujeto mujer como un ser castigable, siempre al borde de hacer algo mal y delegado en manos de alguien que lo va a corregir y controlar”.
Sin embargo, la investigadora advirtió que hay una violencia proveniente del gobierno que toma elementos del discurso eclesiástico y que impulsa modificaciones a las constituciones de las diferentes entidades para dar derechos al “concebido”.
La maestra en Teoría Psicoanalítica, apuntó que evitar este tipo de iniciativas que arrebatan a la mujer el derecho a decidir es una batalla que hay que pelear dentro del Estado; “confiemos que dentro de poco estos conservadurismos caigan por los suelos”,dijo.
Fuente: DGCS UNAM
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