Ajustarse a un perfil predeterminado para un puesto de
trabajo otorgaba el estatus de
trabajador ideal. Así, durante muchos años el dominio de idiomas, programas de
cómputo y diversas maestrías fueron
factores para acceder a grandes corporativos.
Hoy la búsqueda de colabores ideales es más difícil,
pues de aptitudes se paso a actitudes y de conocimientos y experiencia ahora se
opta por sabiduría, de tecnicismos a ética plena. En fin, que el mejor
empleado ya no se puede encontrar en el currículum sino en la persona.
Mario Rizo, Socio de Salles Sainz Grant Thornton y
miembro de diversos consejos de administración, asegura que por la alta
competencia y crisis económicas, recesiones o incertidumbre agudizada por época
electoral, los empresarios ya no se
conforman por elegir a las mejores personas para realizar determinado
trabajo, sino que buscan a quienes aporten valor a la empresa.
Así, en compañías de todo tipo se opta por elegir
colaboradores que “Siempre rebasan las expectivas del negocio”. Para no
errar en la elección del personal clave en la compañía, Rizo recomienda elegir
a un candidato que:
- Se ajuste a los valores de la empresa. Los grandes corporativos descubrieron que los empleados viven día a día los valores institucionales y quien no comparte tales ideales se auto descarta y de forma simultánea los compañeros de trabajo lo segregan. El que alguien esté predispuesto a lograr la visión corporativa y comulgue con los ideales corporativos representa un avance a priori muy significativo.
- Es autónomo, muestra iniciativa. Quien requiere de un manejo estricto representa mucho trabajo y desgaste para sus jefes, compañeros y subalternos. El que alguien requiera “presión” para realizar su trabajo es un indicativo de que no se trata de la persona adecuada, que no requiere motivación extra. Es disciplinada y busca la excelencia en su desempeño cotidiano.
- Ve que asume una responsabilidad más que trabajo. E incluso, las personas más aptar identifican su trabajo con el placer.
- Cumplimiento integral. Cumplen lo prometido y nunca sobrepasan el límite de sus posibilidades al comprometerse con deberes que están fuera de sus posibilidades. No generan falsas expectativas.
- Siente pasión por su trabajo. Esa intensidad preponderante queda plasmada en el quehacer cotidiano y le imprime un valor agregado a la empresa.
- Muestra madurez. Tienden a ser conscientes de los éxitos y fracasos de su trabajo. Comparten el éxito con sus compañeros y equipo de trabajo. Asumen como propios los errores.
“Las empresas no pueden tomarse el tiempo de enseñar a
trabajar a sus empleados y difícilmente pueden lograr que éstos respondan de la
manera deseada, por lo que las actitudes cada vez son más valoradas en las
compañías y la nueva competitividad ahora no se mide por conocimientos o
habilidades específicas, sino con la capacidad de hacer sentir bien a los
otros”, finalizó Rizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario