La salud es un derecho de las mujeres y su ejercicio
pleno debe darse sin restricciones ni exclusiones de ningún tipo, a lo largo de
toda su vida. Hablar de la salud de las mujeres mexicanas es hablar de la salud
de la mitad de la población en el país.
El derecho a la salud de las mujeres es una obligación
asumida por el Estado mexicano en distintos instrumentos legales
internacionales, entre los que se encuentra la Convención para la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.
Se han hecho grandes esfuerzos para aumentar la calidad y
la cobertura de los servicios de salud, y sin duda hay importantes avances al
respecto, pero todavía están lejos de ser suficientes. Es preciso adecuar las
medidas de prevención y promoción de la salud de manera que tomen en cuenta las
condiciones específicas de mujeres y hombres.
Esto incluye, entre otras cosas, eliminar los
estereotipos de género en la operación de las instituciones de salud, alentar a
los hombres y las mujeres a que participen en actividades de autocuidado y de
salud comunitaria, asegurarse de que los mensajes llegan tanto a ellas como a
ellos, fomentar que la asistencia de las personas enfermas sea compartida entre
las y los integrantes de las familias, y promover la salud de las mujeres como
un fin en sí mismo y no como un medio para beneficiar a otras personas.
Las diferencias entre mujeres y hombres en cuanto a
disparidades, estereotipos y roles determinan también las desigualdades en
vulnerabilidad y exposición a riesgos a las enfermedades, desde el punto de
vista biológico, psicológico y social. Esto tiene implicaciones en términos de
prevención, diagnóstico oportuno, atención y calidad de vida.
Las funciones y tareas que ellas y ellos desempeñan en la
sociedad, y que son resultado de una construcción cultural, influyen en la
manera en que se comportan respecto a su salud y afecta la manera en que unas y
otros toman decisiones para protegerla y acceder a los servicios.
Por ejemplo, la expectativa de que los hombres sean
fuertes y arriesgados puede impedir que tengan la disciplina para cuidarse,
tomar medidas preventivas y acercarse a los servicios médicos. Relacionado con
estos mismos estereotipos está el hecho de que la cirrosis y enfermedades
crónicas del hígado y los homicidios se encuentren entre las cinco principales
causas de mortalidad de los hombres.
En cuanto a las mujeres, tradicionalmente se les asigna
la labor de atender a las personas que integran los hogares, lo que ocasiona
que no se preocupen por la atención de su propia salud. Llevan a las niñas y
niños al doctor/a, cuidan de la pareja y de sus padres y madres en caso de
enfermedad, pero se ocupan de sí mismas solamente cuando están embarazadas o
cuando están muy enfermas.
De acuerdo con cifras del INEGI, en 2010, la diabetes
mellitus, las enfermedades isquémicas del corazón, las del hígado y las
cerebrovasculares fueron las principales causas de muerte de la población,
éstas ocasionaron 37 por ciento de los decesos totales. Las primeras tres
causas de muerte en los hombres coinciden con las que acontecen en la población
total, la cuarta causa se da por agresiones, mientras que en las mujeres la
tercera y cuarta causa son provocadas por enfermedades cerebrovasculares y por
enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores.
En cuanto a la salud sexual y reproductiva, las
problemáticas actuales muestran la necesidad de atender la demanda insatisfecha
de métodos de anticoncepción, la atención a las adolescentes y la prevención de
embarazos en este grupo, la atención con calidad durante el embarazo, el parto
y el puerperio, la detección y tratamiento oportuno del cáncer cérvico uterino
y de mama, y la detección y atención oportuna y de calidad para los daños a la
salud asociados a la violencia familiar, sexual y de género.
Si bien es cierto que las muertes maternas han descendido
en los últimos años, prevalecen altos
niveles que podrían reducirse si se contara con los servicios de salud públicos
de calidad y la cobertura adecuados. En 2002 se registró una razón de 59.9
muertes maternas por 100 mil nacimientos, cifra que descendió a 43.2 en 2011,
pero que indica será difícil alcanzar la meta de 22.3 en 2015 comprometida como
parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
De acuerdo con lo reportado por las mujeres que
participaron en la Encuesta Nacional de Salud (ENSA) 2000, Encuesta Nacional de
Salud y Nutrición (ENSANUT) 2006 y 2012,
en los últimos 12 años la práctica de la operación cesárea creció de
30.0 a 45.1 por ciento, lo que representa un incremento de 50.3 por ciento.
El principal sector donde esta práctica se ha
incrementado es el privado (60.4%), sin embargo en el sector público también ha
tenido un aumento de 33.7 por ciento. La disminución de la cesárea innecesaria
en todas las instituciones de salud de México debe ser una acción prioritaria,
debido a que es una práctica que conduce a un mayor riesgo de consecuencias
adversas para el binomio materno-fetal.
En lo que respecta al cáncer de mama, en México la tasa
de mortalidad por este mal se incrementó durante el periodo 2001-2010 de 14.7
defunciones por cada 100 mil mujeres de 25 años y más, a 16.8 defunciones. Por
otra parte, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012 muestra que la
prevalencia de cobertura de mastografía en los últimos dos años fue de 29.4 por
ciento para las mujeres de 50 a 69 años y de 17.2 por ciento para mujeres de
40-49 años. Estos porcentajes aún están muy por debajo del 70 por ciento que la
OMS sugiere que deben cubrir los programas de tamizaje.
El Día Internacional de Acción por la Salud de las
Mujeres, celebrado a partir del V Encuentro Internacional de Mujer y Salud
realizado en San José, Costa Rica, en mayo de 1987, se conmemora con el
propósito de reafirmar el derecho a la salud como un derecho humano de las
mujeres al que deben acceder sin restricciones o exclusiones de ningún tipo en
todo su ciclo de vida.

No hay comentarios:
Publicar un comentario